
Cuando el mundo empezó a civilizarse fue cuando empezó a brillar el haz espendoroso de las energías elaboradas a lo largo del tiempo por la tradición y las costumbres.
Gracias al amor brindado por la primera escuela de la vida es por lo que entendemos el sentido de esta a pesar de las férreas luchas que en su paso tenemos que librar.
Querer el pasado es sentirse agradecido por los beneficios recibidos en el presente, cuya escuela evoca a los ancestros, sembradores en nosotros de lo que hemos llegado a ser.
Ser fiel a nuestras perspectivas es clave que nos lleva a tener una vida más sana, más noble,, tranquila, sabia y placentera.
Nadie puede negar que dentro de él se aferran los hábitos, las costyumbres, los gustos, el respeto, la autooridad y el honor.
La diferencia del presente respecto al pasado está en el progreso y el modernismo que todo lo muda, todo cambia y todo renueva.
El tiempo como los mismos sueños del hombre nunca se detinen, yendo adelante imparables-como decía Goethe: Porque pensamos para no cansarnos de ver.
Mejor que en nuestros viejos queridos y su ejemplo no encontraremos enciclopedia tan cabal y completa para aprender y con sultar. Contienen todo lo que se necesita. Y si acudimos al recuerdo miraremos su mundo sabio, recurdos inculcadores de lo sano de la vida, aunque nadie es igual a los ancestros y cada época es diferente el matiz se mantiene y la esencia brota cuando tiene que brotar.
"Se logra la realización de un sueño cuando somos capaces de soñarlo y llevarlo a cabo con bizarría: Pensamiento de mi madre Aminta.
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